Ayer recibí una maravillosa sorpresa, a mi puerta tocaba un joven de sonrisa esplendida y de mirada dulce, como olvidarlo, como olvidar su generoso corazón, que siempre pensó en los demás antes que en sí mismo, aquel niño que hace 9 años conocí luchando contra el cáncer, hoy es un joven lleno de sueños, de planes, de fe, de vida.
Volverte a ver me confirma que cada día vivido ha valido la pena, que cada paso fue siempre firme, que la esperanza la mantenemos intacta, que no importa cuánto tiempo pase, porque los reencuentros son para los abrazos eternos, ver al niño convertido en un hombre me llena de esa alegría que no cabe en el pecho, porque va mezclada con orgullo, con ilusión, son sueños.
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