EFECTOS COLATERALES
Sexo: el cáncer en la intimidad
Sexo: el cáncer en la intimidad
D. es una mujer brasileña de 31 años. Hace 18 meses que le diagnosticaron leucemia y después del tratamiento con quimioterapia está a la espera de un trasplante de médula ósea. Durante el primer año tras conocer su diagnóstico se negó a mantener relaciones sexuales con su pareja porque se sentía demasiado fatigada y porque temía ser víctima de alguna infección a causa de su débil estado inmunológico. Su caso ha servido a los especialistas para abordar una cuestión que no siempre se trata en las consultas de oncología: ¿quién se ocupa del sexo de los pacientes con cáncer? ¿Cómo se les puede ayudar?
Como han admitido los especialistas en sexología reunidos en el marco del 14 congreso de la Organización Europea de Cáncer (ECCO) que se está celebrando esta semana en Barcelona, no sólo los tumores que afectan al aparato genitourinario repercuten en las relaciones sexuales de los pacientes, sino en general cualquier diagnóstico de cáncer.
A consecuencia de la enfermedad puede reducirse el deseo sexual, aumenta el temor de la pareja a hacer daño o lastimar al paciente durante el coito, aparece el miedo al rechazo por los cambios que sufre el propio cuerpo (mastectomías y otras cicatrices, alopecia...), y algunos síntomas físicos dificultan la penetración. En las mujeres, los tratamientos hormonales pueden provocar irritación y sequedad vaginal e impedir alcanzar el orgasmo; en el caso de los varones, la dificultad para alcanzar o mantener la erección es probablemente el más conocido, pero no el único.
"No es extraño que surjan dificultades para llegar al orgasmo, o que se experimente falta de eyaculación", ha explicado una de las ponentes, Isabel White, especialista del Cancer Research británico. "Otros efectos secundarios de las terapias, como las náuseas, la diarrea o las alteraciones de la piel tampoco hacen que uno se sienta muy sexy que se diga".
Miedo, rechazo, falta de autoestima...
A menudo, ha añadido White, el miembro sano de la pareja experimenta sentimientos de culpa por pensar en mantener relaciones durante la enfermedad de su cónyuge, mientras que el paciente rechaza el contacto físico y todo acaba repercutiendo en un distanciamiento de ambos. "Es posible que algunos de los problemas sexuales ya existiesen antes del diagnóstico", ha añadido por su parte la especialista brasileña Alexandra Melo, de la Escuela de Enfermería de Ribeirão Preto, "aunque el diagnóstico suele acentuar el miedo a fallarle a la pareja, la baja autoestima y el temor a infecciones o a que el tumor reaparezca".
A pesar de que esta cuestión representa una pesada carga para numerosos pacientes, los especialistas participantes en esta ponencia han reconocido que el sexo sigue siendo un tabú en gran parte de las sociedades, y aún es un reto pendiente en la atención al cáncer. "A menudo se les pregunta simplemente con qué frecuencia mantienen relaciones, y se asume erróneamente que no hay ningún problema", reconocía White, "pero se ignora que la frecuencia no tiene porqué equivaler a satisfacción".
Aunque existen metodologías muy diferentes para evaluar la función sexual de los pacientes oncológicos, los especialistas han abogado por diseñar programas específicos, que tengan en cuenta el contexto clínico en el que se va a desarrollar la intervención; y con personal especialmente formado para abordar el tema. "Y es importante no centrarse únicamente en el coito", apuntaba White, "porque eso excluye un montón de otras formas de expresión sexual".
Como han admitido los especialistas en sexología reunidos en el marco del 14 congreso de la Organización Europea de Cáncer (ECCO) que se está celebrando esta semana en Barcelona, no sólo los tumores que afectan al aparato genitourinario repercuten en las relaciones sexuales de los pacientes, sino en general cualquier diagnóstico de cáncer.
A consecuencia de la enfermedad puede reducirse el deseo sexual, aumenta el temor de la pareja a hacer daño o lastimar al paciente durante el coito, aparece el miedo al rechazo por los cambios que sufre el propio cuerpo (mastectomías y otras cicatrices, alopecia...), y algunos síntomas físicos dificultan la penetración. En las mujeres, los tratamientos hormonales pueden provocar irritación y sequedad vaginal e impedir alcanzar el orgasmo; en el caso de los varones, la dificultad para alcanzar o mantener la erección es probablemente el más conocido, pero no el único.
"No es extraño que surjan dificultades para llegar al orgasmo, o que se experimente falta de eyaculación", ha explicado una de las ponentes, Isabel White, especialista del Cancer Research británico. "Otros efectos secundarios de las terapias, como las náuseas, la diarrea o las alteraciones de la piel tampoco hacen que uno se sienta muy sexy que se diga".
Miedo, rechazo, falta de autoestima...
A menudo, ha añadido White, el miembro sano de la pareja experimenta sentimientos de culpa por pensar en mantener relaciones durante la enfermedad de su cónyuge, mientras que el paciente rechaza el contacto físico y todo acaba repercutiendo en un distanciamiento de ambos. "Es posible que algunos de los problemas sexuales ya existiesen antes del diagnóstico", ha añadido por su parte la especialista brasileña Alexandra Melo, de la Escuela de Enfermería de Ribeirão Preto, "aunque el diagnóstico suele acentuar el miedo a fallarle a la pareja, la baja autoestima y el temor a infecciones o a que el tumor reaparezca".
A pesar de que esta cuestión representa una pesada carga para numerosos pacientes, los especialistas participantes en esta ponencia han reconocido que el sexo sigue siendo un tabú en gran parte de las sociedades, y aún es un reto pendiente en la atención al cáncer. "A menudo se les pregunta simplemente con qué frecuencia mantienen relaciones, y se asume erróneamente que no hay ningún problema", reconocía White, "pero se ignora que la frecuencia no tiene porqué equivaler a satisfacción".
Aunque existen metodologías muy diferentes para evaluar la función sexual de los pacientes oncológicos, los especialistas han abogado por diseñar programas específicos, que tengan en cuenta el contexto clínico en el que se va a desarrollar la intervención; y con personal especialmente formado para abordar el tema. "Y es importante no centrarse únicamente en el coito", apuntaba White, "porque eso excluye un montón de otras formas de expresión sexual".
TOMADO DEL MUNDO.ES .
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